lunes, 26 de octubre de 2009

la vejez


Despierto después de 65 años miro en rededor,
un retrato me recuerda el semblante vespertino de la niñez,
el coñac me devuelve el sabor de la vejez.

Mis manos dolidas llenas de huellas del tiempo,
ya no tonifican nada,
las emociones musicales tiritan en un sueño,
desafió día a día al olvido para que no me arrastre.

Mi cabello blanquecino vuela en el viento,
mis ojos azulados de nubes se llenan,
mientras el cuerpo levanta protesta por el mal cuidado de mi verdor.

La irreverencia de la memoria me acongoja en el recordar,
en tanto yo fatigado me siento por no poder seguir más,
mi sosiego no llega, mas los años si.

Duermo en la marquesina de mi juventud,
buscando de donde agarrarme para no caer en la incompetencia,
pero nunca me olvido de mis años eufóricos,
junto a la que amé,


Recuerdo el ayer porque lo tengo como una fotografía,
que de a poco se va haciendo borrosa y difícil de observar,
pero la satisfacción única,
es la madurez y sapiencia que he adquirido en los años deslumbrados.

Y hoy escribo para mí,
en consuelo de la soledad inagotable
que se despliega sobre el portal de mi habitación,
con suspiros miro atrás el amanecer,
en frente tengo el ocaso.

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