En la lejana historia que hizo posible, lo posible, en que tú eras tú y yo era yo, en que las oportunidades esclarecían el alma, y que los deleites no eran más que moscas inoportunas que fastidiaban nuestro amor. En esa fisura infinita que se abría en la pared, en el escondite de tus lunares más secretos, nosotros, ósea tú y yo, aprendimos que respirar es el acto más hermoso cuando lo hago a través de tu boca, y que una enfermedad puede ser el cielo siempre y cuando no me falten tus brazos, ni tus reproches “te lo dije”
-Mi preciado bien el ayer se muere-
-Y tú y yo seguimos siendo inmortales en los segundos nuestros besos-
Fin
